Segunda parte del artículo referente al pasado webinar “El zigzag de las relaciones en tiempos de pandemia” que continuamos con el apartado de la adolescencia, y los padres y madres y el patrón de relación familiar que se genera. Escrito por Altea Sellés.
Con los adolescentes ha pasado algo distinto, creo que han estado mucho peor durante el confinamiento. Su mundo social se ha visto reducido a videollamadas y chats. Los jóvenes están acostumbrados a usar las tecnologías, pero necesitan de mucho contacto. Necesitan tiempo con sus amigos e iguales para distanciarse de algún modo del mundo adulto y familiar. Y, en lugar de esto, han estado inmersos en un esquema familiar que no es el que necesitan en estos momentos. Así que han estado bastante decaídos, algunos se han aislado de sus amigos como reacción, y otros han tenido una relación de dependencia a los amigos e incluso a los videojuegos en línea. Tenemos que sumar la incertidumbre con los estudios que muchos jóvenes han tenido por no saber si podrían terminar el curso, acceder a estudios superiores, etc.
¿Qué nuevos conflictos han surgido?
Con los adolescentes o preadolescentes han surgido conflictos por varias razones:
- El espacio y la intimidad han sido muy reducidos.
- El tiempo en familia ha sido difícil de gestionar. Normalmente los jóvenes disponen de mucho tiempo con sus iguales y a solas, organizando su tiempo y sus intereses. En cambio ,han tenido que acoplarse a otros horarios, a la hipervigilancia de los padres, que querían que los hijos aprovecharan el día, salieran de su habitación e hicieran una clase de yoga en familia.
Esto ha supuesto un agobio para ellos, ha aumentado las tensiones, enfados, contestaciones… Esta diferencia entre las necesidades de la situación y de la familia y el momento evolutivo de un joven pueden generar conflictos importantes.
Ha habido jóvenes que en cambio han desarrollado una dependencia de la familia, como unos pasos atrás en su camino. Eso provoca que les esté costando despegarse de ellos, sienten miedos diversos que les bloquean.
Durante la desescalada, los adolescentes en general han vuelto a relacionarse con intensidad, a encontrar ese espacio con sus iguales, que aunque deben guardar ciertas medidas de seguridad, éstas quedan en un segundo plano, ya que lo importante es volver a relacionarse con sus amigos. Suelen estar más animados, aunque pueden surgir situaciones incómodas porque el grupo de amigos se ve modificado, porque algunos de ellos no comparte las quedadas.
¿Y los padres y madres?
Estos han hecho lo que han podido en todo este proceso. Han tenido que compaginar muchas veces teletrabajo, cuidado de los hijos, y ayuda en las tareas escolares y las tareas del hogar. La relación con los niños ha sido agobiante a veces, por la alta demanda de esta situación. La culpa no ayuda, esa sensación que acompaña continuamente la maternidad/paternidad… por no haber hecho más o por no haberlo hecho “suficientemente bien”.
Ha habido situaciones muy estresantes. Pues también suman la preocupación por la economía, miedo por la enfermedad, por los efectos emocionales, psicológicos y sociales que tiene la pandemia en los hijos.
Entonces esta es la situación: tenemos a padres y madres con tensión por preocupaciones, niños que no pueden jugar y relacionarse con otros iguales, y que perciben esta tensión en el ambiente, y adolescentes a quienes hemos prohibido lo más importante en su mundo de amigos, sexualidad, experiencias, etc. Es una combinación muy potente. Las relaciones en la familia han sido muy intensas diría yo, no tiene por qué ser algo negativo o positivo, pero sí han cambiado durante estos meses. Puede que haya generado tensiones y alejamientos en las relaciones familiares. Hay familias en las que las relaciones están más tensas, hay más discusiones, mal humor…
Pero también hay familias en las que esta situación ha obligado a frenar el ritmo, a recomponer las prioridades. Se han establecido otro tipo de relaciones, con acercamientos importantes y encuentros entre los miembros de la familia que cambian la dinámica relacional. La intensidad de las relaciones puede llevarnos a una situación u otra. Así hay padres que han podido dedicar más tiempo a los hijos pues no han trabajado o lo han hecho de otro modo. Y esto les ha permitido reencontrarse, disfrutar de tiempo con los hijos.
Entonces, ¿qué conclusión podemos sacar de este nuevo patrón de relación familiar?
Creo que como reflexión hemos podido cambiar algunas cosas muy interesantes que nos pueden servir para mejorar las relaciones familiares:
- Los espacios al aire libre han cobrado la importancia que merecen. Se han llenado de familias que quieren disfrutar de tiempo juntos y en la naturaleza. Apreciamos más cuando salimos a la calle, sin horarios, sin limitaciones.
- Hemos recordado que la calma nos conecta, que no hay prisa para todo, que hay cosas que pueden esperar.
- Nos puede servir relativizar qué es importante, qué necesitamos cada miembro de la familia.
- La incertidumbre, aprender a vivir con la idea de que no controlamos lo que va a pasar.
- Habitar el presente, procurar con ejercicios sencillos no anticiparnos, estar presentes
- Centrarnos en adaptarnos, en recoger aquello que tenemos,
- Aceptar lo que hay, y no enredarnos con lo que debería ser, con lo que seria si no hubiese pasado esto, etc
- Rescatar lo esencial, no complicarnos la vida
- Mejorar la comunicación en la familia
- Respetar espacios propios, y espacios compartidos
- Buscar la conexión, los puntos que compartimos
- Respetar tiempos, ritmos y espacios
- Cuidarnos como familia
Así pues, ante este nuevo patrón de relación familiar, lo que podemos hacer es intentar prestar atención a aspectos que sean importantes para nosotros, poner énfasis en la adaptación y aceptación de la situación, y volcar todo el cuidado que podamos en la familia.