En esta segunda entrada de nuestra Escuela Gestalt Online, Amparo Estevan resume el contenido del pasado webinar Lo que echamos de menos: Un antes y un después en las relaciones. Os animamos a la reflexión y sobretodo a que comentéis qué es lo que creéis que valoramos ahora en nuestras relaciones.
Desde principios de año, hemos estado y seguimos afectados por una pandemia de coronavirus. Una pandemia que no sabe de fronteras ni de distinción de sexo, culturas, razas. etc.
Esto nos ha cambiado la vida. En mi caso, en tan solo unos meses, he vivido un confinamiento total, una desescalada y el reencuentro con las personas queridas y de nuevo, con mi entorno. En esta zona del mundo, de momento, estamos intentando recuperar la normalidad en nuestras vidas. A veces, lo hemos conseguido pero muchas otras sólo en una pequeña parte.
A través de mi experiencia, he ido navegando desde la aceptación de las circunstancias, sin cuestionar nada o rebelarme ante la situación, al enfado por la pérdida de la libertad, la prohibición de salir al exterior, de hábitos, ilusiones, proyectos y tantas otras cosas que tenía en mente.
Con este vaivén de emociones, he podido sentir en algunos momentos miedo, tristeza o dolor y en otros rabia, resentimiento, abatimiento o frustración. Para mi, el trabajo más difícil ha sido validarlas como legítimas y poder aceptarlas, porque automáticamente me aparecía la opción de minimizarlas, anestesiarlas, no prestarles atención y vivir como si no pasara nada.
Y quiero compartir en este espacio del blog, que me doy cuenta de que ha habido un antes y un después.
Un antes y un después
Mi estilo de vida nunca se había visto condicionado por una situación así. Han aumentado mis incertidumbres y mis dudas. Durante unos meses sólo he podido comunicarme con amigos y familiares por teléfono. Nos hemos dado abrazos y besos virtuales, hemos celebrado cumpleaños, brindado o conversado con aplicaciones que ni sabía que existían. Creo que esto ha hecho que cree mi propio mecanismo de protección para sobrevivir a la sensación de falta de control, al miedo, a la sorpresa, al temor a lo desconocido, a la tristeza, a la ansiedad…
Hemos podido perder a personas queridas. El duelo que hemos hecho es muy distinto al que estamos acostumbrados. Ir al tanatorio, acompañar en los sentimientos a amigos y amigas, a familiares, darles abrazos y estar junto a ellas ha sido negado. Podemos considerar que es un duelo inacabado, pospuesto. Al fin y al cabo, es un duelo ambiguo, dejándonos un vacío en el corazón, en las relaciones, y que no tiene vuelta atrás. Está cerrado de forma confusa, porque no es de la manera en que estamos acostumbradas. Podemos intentar hacer algo como repetir el ritual con las personas más cercanas. Pero el dolor que hemos sentido por la falta de apoyo y de contacto, por la soledad percibida en el momento en que lo necesitábamos, sólo ha hecho intensificar el dolor que produce la pérdida.
Lo que añoramos… y lo que valoramos ahora
Estas experiencias y muchas otras, como sentir que se alteraban las rutinas cotidianas, han supuesto una situación traumática. He percibido que perdía el poder sobre todo lo que parecía que tenía controlado. En algunos momentos, le he dado muchas “vueltas a la cabeza” de un modo muy improductivo. Y la ansiedad se ha disparado más de una vez.
Y aunque sé, por mi profesión, que la ansiedad tiene una función: es una alerta para adaptarnos a una situación nueva. Cuando esta ansiedad ha sido excesiva, ha tenido el efecto contrario. Y en lugar de permitirme la adaptación, me ha bloqueado en mis decisiones.
He tenido momentos de todo tipo, pero el resultado final ha sido positivo porque he valorado muchísimo todo lo que tenía antes, lo importante que es para mi las relaciones personales y lo gratificante y necesario del contacto con los seres queridos.
Puede que esta nueva forma de relación, sin apenas contacto físico, salir siempre con la mascarilla puesta, tener que hablar más fuerte, no ver las expresiones faciales que acompañan a las palabras, sea sólo temporal.
Ojalá
Y ojalá que todo esto forme parte de una transición, para volver a lo que yo estaba acostumbrada.
Ojalá podamos valorar la demostración de los sentimientos, el contacto físico con el otro, poder demostrar el cariño, la amistad y el amor hacia los demás y haya un avance en esta dirección.
Y ojalá nuestro código afectivo no cambie sino que crezca, por lo menos a largo plazo. Y que la falta de contacto con los demás, quede sólo como un recuerdo de eso que llamábamos vida confinada, y post-confinamiento, y que nos dure durante mucho, mucho tiempo la enseñanza de que valoramos nuestras relaciones y el contacto con los demás.
Ojalá que, a pesar de estos tiempos difíciles, sintamos que no estamos solos, que nos acompañamos y que entre todos, tejemos una fuerte red que nos sostiene.
Y ojalá que a través de los comentarios a esta entrada y aunque sea de forma virtual, puedas compartir tus experiencias en este antes y después en las relaciones.
Muchas gracias.