En la escuela del Instituto de Terapia Gestalt de Castellón durante años hemos estado impartiendo una capacitación a muchos alumnos que tenían una variedad de objetivos personales al acercarse a ella. El germen de lo que ofrecemos ahora como el Proceso Gestalt.
Algunos querían reforzar conocimientos profesionales en el campo de la psicoterapia. Otros era aportar algo de esto a su trabajo. Otros se acercaban con la secreta idea de obtener un título que les habilitara en una profesión sin pasar por la Universidad… Hemos tenido que aclarar y manejar esta situación delicadamente, enfocar nuestros propios objetivos y explicarlos bien.
Pero la gran mayoría de nuestros alumnos acudían por una necesidad personal de encontrar más claridad a su vida, de cuidar o cambiar algo que no funcionaba o necesitaba desarrollo. Y, al terminar los cursos, eso era lo que la inmensa mayoría valoraban por encima de cualquier otro aspecto. Veamos como entender esto último.
¿Qué aporta el Proceso Gestalt?
Es evidente que cualquier revisión de nuestro mundo psíquico produce una expectación y una serie de movimientos. La expectación proviene en general, del nerviosismo de cuestionarnos algo sin saber muy bien cuál va ser el resultado de esa operación. Los movimientos son los derivados de iluminar algún aspecto desconocido o poco atendido. El mero hecho de hacer esto ya provoca un modo distinto de enfrentarnos a la cuestión que sea. Y esto sucede tanto si leemos un artículo o un libro de “autoayuda” o de ensayo, como si participamos en una charla, si acudimos a un curso donde se estudia algún aspecto de la psicología, etc.
La aportación diferencial que un curso de Terapia Gestalt ha desarrollado al respecto ha sido la experiencia, el trabajo práctico con el asunto en cuestión: cuando participamos de un taller gestáltico, no solo aprendemos algo, sino que nos pasan cosas. Descubrimos novedades, recuperamos recuerdos que habían quedado reprimidos. Volvemos a sentir emociones censuradas. Compartimos historias y nos descargamos de tensión. Lloramos con el dolor del otro. Nos arriesgamos, celebramos las novedades…
¿En qué consiste?
Pues bien, de un modo u otro, todo esto nos habla de abrir un proceso. Proceso implica pues, un camino de cambio, es decir, la aparición de un movimiento que nos saca de algún punto de atasco, de algún bloqueo, de una “zona de confort” desagradable o insatisfactoria.
Pero es frecuente pensar en este cambio como la desaparición de algo y la aparición de lo siguiente. No es así como nos movemos en nuestro psiquismo. Los cambios en la conciencia son graduales, por etapas, descubriendo matices, arriesgando nuevas formas poco a poco, acercándonos a nuestro objetivo y volviendo, por momentos, a lo antiguo… Por eso hablamos de proceso.
Ahora de nuevo nos encontramos proponiendo a las personas que se acercan a nuestro centro y en especial a nuestra escuela online, que abran con nosotros un Proceso Gestalt. Una aventura que se basa en la indagación, en la apertura, en el descubrimiento. Sabemos que el impulso hacia ese movimiento parte de la necesidad, y que también surgen dudas, miedos ante lo desconocido. Todo eso esta incluido en el Proceso, tratamos de desarrollar la curiosidad ante lo que nos pasa, pero lo hacemos de un modo cuidadoso.
Creemos que no vale cualquier cosa para entrar en un proceso de indagación personal. Hemos visto los efectos de maniobras mal enfocadas, de experiencias negativas de personas que se han sometido a propuestas que no tenían soporte. “Abrir el melón” de nuestros recuerdos sin una buena dirección puede resultar contraproducente, se necesita tiempo, atención, experiencia y mucha sensibilidad para acompañar estos procesos… y para cerrarlos adecuadamente, con una buena comprensión de lo que nos pasa y con la satisfacción de haber llegado donde queríamos.
Todo esto está implicado en Proceso Gestalt: entender, curiosear, aprender, emocionarse, sostener, apoyar, acompañar, compartir lo vivido y celebrar los movimientos.
¿Y cómo es que generamos un curso ahora sobre esta temática?
Se justifica porque las personas tenemos un largo camino de aprendizaje. No estamos “acabados” en ningún momento. Todos aprendemos en la infancia una ingente cantidad de información y tenemos miles de experiencias que nos forman como adultos. Pero también dejamos atrás situaciones inconclusas, momentos dolorosos o que nos dejan solos frente a algo que no comprendemos. Todos llegamos a adultos con alguna carencia, con alguna herida que soportamos como si no hubiera otro modo de vivir.
Pero claro que lo hay, eso si, requiere enfrentarnos decididamente con la inercia, con la pasividad, con el miedo, con los prejuicios. De eso se trata la maduración, un camino en el que volvemos a visitar los temas complicados, en el que cambiamos algunas creencias, buscamos otros limites, desarrollamos nuestra propia ética, nuestro propio pensamiento. Este proceso sucede afortunadamente, de forma espontánea para la mayoría de contenidos de nuestra mente, para la mayoría de creencias y de problemas vitales. Pero algunos se nos quedan atrás, nos habituamos a padecerlos, aguantarlos, disimularlos, negarlos, etc. Esos son los que nos condicionan sin darnos cuenta, nos hacen perder la espontaneidad y nos hacen repetir, una y otra vez, formas de funcionar que no nos gustan. Y esos son los que nos encontramos cuando abrimos un Proceso Gestalt.
Foto por Suzanne D. Williams en Unsplash
Realizan formación terapia gestalt on line?